Programa en Planificación y Evaluación de las Políticas Públicas. Área de CCPP y Admón - UA

Elena Llorca Asensi. Socióloga en el sector TIC y profesora en la Universidad de Alicante. Master en Comunicación Digital. Experta Universitaria en Liderazgo Político.



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Proactividad, reactividad, eficacia y eficiencia... ¿cómo se relacionan en el ámbito de la actuación pública?

23.02.2016 15:08

Esta reflexión pretende relacionar la actitud del directivo o responsable público con los resultados que obtendrá, diferenciando entre una actitud proactiva o reactiva, y unos resultados eficaces o eficientes (entendiendo la eficacia como la efectiva solución de un problema, y la eficiencia con la solución adecuada y ,además, al menor coste posible).

Para empezar, vemos que el directivo público es el profesional que se sitúa en la zona superior del organigrama en las organizaciones administrativas, y que ocupa el espacio existente entre los altos cargos de naturaleza política (reclutados por vía de elección o confianza política) y los funcionarios públicos (que acceden por vía de oposición) [1].

En su artículo “El Directivo público”[2], el Catedrático de Ciencia Política y de la Administración Canales Aliende enumera lo que podrían ser las tareas del directivo público:

“a) el asesoramiento y apoyo a la clase política en la toma de decisiones y en la determinación de las políticas públicas; b) la planificación estratégica y la asignación de recursos y medios para la ejecución de las anteriores; c) la identificación con los objetivos globales y sectoriales de la organización en la que desempeñan su tares; d) la capacidad y posibilidad de toma de decisiones responsables; e) la capacidad de escucha; f) la orientación hacia los resultados, aplicando los principios de eficacia y de eficiencia; g) la capacidad de innovación; h) la capacidad de integración y de dirección en equipo de las personas; i) la capacidad de comunicación interna y externa, etc. “

El profesor Canales subraya, de entre las anteriores, las que considera “áreas prioritarias” en la actuación de un directivo público y que son concretamente: a) la planificación y la formulación de estrategias; b) la asignación de recursos; c) la dirección de equipos humanos; d) la negociación y la solución de conflictos.

Ahora bien, ¿es posible cumplir eficientemente con las tareas enumeradas en los párrafos anteriores, cuando se tiene una actitud reactiva y no proactiva o estratégica? La respuesta es no. Las conductas que se derivan de una actitud reactiva no permiten la innovación, la planificación estratégica, la adecuada asignación de recursos y dificultan la motivación de equipos, por cuanto un equipo para verse motivado debe ver en su líder capacidad de guiarles a un objetivo común, algo difícil si el líder guarda una actitud reactiva o incluso pasiva.

Es necesario en este punto, siguiendo las reflexiones de catedrático de Sicología Social Antonio Ares, profundizar en los conceptos de proactividad y reactividad, introduciendo además un tercero: el de pasividad[3]. Así, entendemos por conducta proactiva la que se anticipa a un suceso con el fin de evitar unas consecuencias indeseadas, además de ser capaz de prevenir riesgos y vislumbrar oportunidades. Esta actitud lleva implícita una responsabilización hacia el contexto que nos rodea, sea personal o profesional. La conducta reactiva, por su parte, “responde a contingencias”: actuamos cuando se nos ha presentado un problema que no podíamos prever.

Ares Parra recomienda, no obstante, no tomar ambos conceptos como antagónicos, sino como complementarios. Tan importante es desarrollar una actitud proactiva y estratégica como tener desarrollada una capacidad de respuesta reactiva. No es lo mismo, en este sentido, la actitud pasiva, que sí es una actitud negativa frente a los problemas. Por tanto, siguiendo estas reflexiones: 

(1) la conducta proactiva es opuesta a la pasiva, no a la reactiva y

(2) la actitud reactiva, aunque adecuada, suele tener un alto coste puesto que nunca evita la aparición de un problema, sino que reacciona cuando éste ya ha sucedido.

Ante un entorno tan sumamente dinámico y cambiante como el que nos rodea, es necesario esforzarnos en desarrollar una actitud proactiva para evitar los costes derivados de la solución de los problemas que ya han aparecido.

A tenor de todo lo dicho, podría decirse que es posible ser eficaz teniendo una actitud reactiva, por cuanto el responsable público puede tener la habilidad de solucionar problemas, pero si atenemos a la diferencia entre eficacia y eficiencia, no es posible ser eficiente teniendo una actitud que no sea decididamente proactiva, pues sólo la proactividad reduce los costes de las actuaciones que se emprenden y ello es el núcleo del concepto de eficiencia.

Por último, habría que subrayar que siendo considerada la proactividad como una competencia, y no como un rasgo innato de la personalidad, es posible desarrollarla. En este sentido, resulta indispensable que la formación de responsables y directivos públicos sitúe al desarrollo de la proactividad en el centro de sus planteamientos.



[1] Baena de Alcazar, Mariano. “Base teórica y capacidad gerencial en la formación de Directivos”. Conferencia pronunciada en el I Symposium de Institutos de Administración Pública, Barcelona, diciembre de 1987.

[2] Canales Aliende, Jose Manuel “El Directivo Público”, publicado en Actualidad Administrativa, Revista Semanal Técnico Jurídica de Derecho Administrativo nº7/ 12 pp 151 – 161.

[3] Antonio Ares Parra. Dr. en Psicología y Catedrático de Psicología Social en la Escuela Universitaria de Trabajo Social de la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado, entre otros artículos, “La conducta proactiva como conducta estratégica” (2011).